La historia de estos dos dogos alemanes, Lilly y Maddison, uno ciego y otro su lazarillo, me trajo a la mente mi experiencia con un dogo alemán, que era ciego y sordo, y que fue mis ojos y mis sentidos, en un momento de mi vida, donde estaba ciega a muchas cosas que había a mi alrededor.
Hoy mientras paseaba por la montaña con mis hijos, entre
olivos, viñas y grandes algarrobos me cruzado con un señor mayor que iba
paseando con su perro, en verdad, lo he visto a lo lejos y el perro a nosotros
también, y ha venido corriendo a saludarnos, era un pointer precioso, ha venido
nos ha saludado y se ha marchado a la llamada del hombre. Más adelante había una finca cerrada
y había perros, que se han puesto a ladrar cuando nos han visto pasar, nos han
mirado todo el camino que pasaba cercano a su finca, eran jóvenes y estaban
rebosantes de energía, ladraban y jugaban entre ellos. Mientras jugábamos entre
algarrobos enormes que nos hacían de casa, y olfateábamos al viento como si fuésemos
lobos, he pensado en todo lo que he experimentado con perros, cuantos he
conocido, cuantos vínculos establecidos y cuantos apendizajes. Creemos que sabemos mucho sobre ellos, el humano ha
creado razas, los ha seleccionado para trabajar con ellos, para que los
acompañaran en batallas, para que cazaran, salvaran vidas entre escombros,
ayudaran en diferentes terapias, hasta para detectar sintomatologías de
enfermos y darles un mayor bienestar.
Pero después de tantos y tantos años con ellos, nos hemos
parado poco a observarles, quizás su proximidad con el ser humano ha sido el
causante de eso mismo, lo que está más próximo a uno, siempre es más difícil de
observar, es como una ley, de hecho a nosotros mismos no nos observamos casi
nunca, por no decir nunca, es todo un ejercicio de meditación observarse. Así
que tenemos un ser sintiente, que nos conoce como nadie nos conoce, ni siquiera
nosotros mimos, quizás incluso nosotros somos los que menos nos conocemos. ¿Y
porque ellos nos conocen también? Pues porque nos han observado muchísimo tiempo.
¿Acaso no os habéis dado cuenta de cómo te observa tu perro? Es lo que hacen la
mayor parte de tu tiempo, por eso son capaces de saber tanto de ti, de
anteponerse a tantas y tantas cosas, y nosotros nos maravillamos cuando
sentimos en nuestros corazones esa lealtad, ese amor incondicional y
personalmente me maravilla la aceptación total de quienes somos, como nos
aceptan a pesar de nuestras más oscuras sombras, de nuestras más horribles
fobias y hasta cuando de tanto en tanto aparece ese Mr. Hyde que todos tenemos
dentro.
Cuando trabajaba en una residencia de perros y gatos, pase
mucho tiempo con ellos, en contacto directo, trabajaba de lunes a domingo, todo
el día, los cuidaba, daba de comer, bañaba, curaba si tenían algo, los paseaba
y juagaba con ellos, y eso me permitió hacer lo que fue para mí la mayor
técnica que he aprendido para saber quiénes son y como son, observarles. Había
muchos perros que eran muy amigables y que siempre tenían esa sonrisa para ti,
que aceptaban el quedarse sin su humano unos días y disfrutaban en el campo,
pero había muchos otros que lo pasaban
muy mal, echaban de menos su humano, lloraban e incluso algunos de ellos tenían
miedo y le hacía ser inseguros y agresivos. Con los primeros me lo pase super bien, pero los segundos fueron los que más me enseñaron y de los que guardo como el caso que os hablaré hoy, más en el corazón.
Trabajando allí con tantos animales diferentes, me di cuenta que no debía forzar nada, y sobretodo me
limite a observarles horas y horas, incluso me quedaba horas que estaban fuera
de mi horario simplemente para sentarme en un olivo y observarles, así me di
cuenta de que si era capaz de dejar que
fluyera la relación, si era capaz de ganar esa confianza, ese vínculo, todo
podría darse. Había que respetar algo muy importante, algo que tuve claro desde
el minuto uno, el tempo del perro, el ritmo propio de un ser. El tiempo que
necesitaba para sentirse seguro en mi presencia, el tiempo que tardaba en
sentirse a salvo y ponerse a dormir, el tiempo que necesitaba cada uno para
salir y estar contento en el paseo, permitirse olisquear y hasta jugar con los
pajarillos que iban a robarles los granos de pienso. Todo estribaba en eso, el
tempo, el ritmo. Y observarles sin interaccionar con ellos, respetando su
tempo, fue la manera más efectiva de poder generar un vínculo con ellos, que me
permitirán ser su compañera humana.
Guardo en el corazón a algunas historias sobre como me enseñaron lo que era el vínculo, como el caso de un dogo alemán arlequín que trajeron de
residencia, pondré que se llama “Nut” por aquello de la privacidad, que era ciego y sordo. Me lo dejaron en un
parque con una cuerda larga, para poderlo manipular, pues si ya suelen ser
miedosos de por sí, de ahí que Scooby Doo sea un dogo jejeje, este tenía una inseguridad tal que no dejaba
que nadie se acercarse. Tan sólo olerme sin ni siquiera entrar al parque ya se
puso a gruñir y a temblar a la misma vez,
además tenía los ojos blanquecinos de la ceguera y del estrés
extremadamente saltones, parecía que se le iban a salir, así que pensé que con ese animal , no me iba a
valer nada de las señales de calma pues no podía verme, ni siquiera unan voz
dulce y serena, pues no podía escucharme, así que tuve que usar mi ingenio y
pensé si algo le llegará será oliendo sobretodo, así que intenté llevar comida,
latita rica, pero bueno, ya sabéis que cuando uno está estresado en ese nivel
de ansiedad, hay poco que hacer con la comida, el que fuera un perro tan grande
dificultaba el manejo, pues debía llevarlo a un box, sin que se tropezara ni se
hiciera daño, pero claro antes de eso, debía poder acercarme a él. Llegaba la
noche, para complicarlo todo más, así que mientras lo dejaba allí tranquilo fui
sacando otros perros, haciendo otras tareas, para darle tiempo a olerme por
allí, a que me sintiera, porque estaba
totalmente segura que él me podría sentir, además de olerme. También era
consciente de que a través de sus patas y cuerpo podía sentir los pasos y
animales que había cerca, así que le deje como unas dos horas en el parque habituándose
él sólo al entorno.
Cuando ya era muy tarde sentí que había llegado el momento,
no podía quedarme más tiempo y ya debía hacer algo. Así que respire hondo y le dije mentalmente, “sólo quiero llevarte a la
habitación para que estés mejor, no voy a tocarte ni a hacer nada que tú no
quieras, solo a coger el extremo de la cuerda y una vez allí te dejaré. Por
favor intenta no moverte demasiado rápido para no dañarnos”. Y respire
profundamente un par de veces y entré al parque, el gruño pero yo hice igual
que con cualquier otro perro, no fui directamente , hable, pero mentalmente, en
vez de voz alta, iba serena y segura, y una vez que me acerque cogí el extremo
de la cuerda y empecé a caminar, no lo mire en ningún momento, ni me gire, ni
me pare, camine tranquila, despacio, sin detenerme hasta su box y una vez allí lo
entre y salí sin parame, era como una coreografía, no podía detenerme, pero
tampoco correr ni ser brusca, además de ser serena y calmada, aun no sé muy bien,
ni como fui capaz, porque yo mido algo más de metro y medio, y Nut era
imponente, pero ahora sé que él me escucho, que le llego aquel ruego, porque
así fue lo que hice, un ruego para poder ponerlo bajo techo, seguro y
tranquilo. Una vez dentro de la habitación, yo suspiré, él me gruño unan vez
más y le di las gracias, había sido un día largo y quería descansar y me fui.
Lo observé durante días, sabía cómo sacarlo y meterlo de su
habitación, pero no era capaz de establecer nada más, así que yo seguía hablándole,
mentalmente , y me sentaba con él en el parque mientras él se quedaba fijo
haciendo un gran pipi y poco más. Hasta que llegó el día que sin darme cuenta,
me tocó con su enorme cabeza en mi espalda, yo estaba de espaldas a él,
fingiendo no hacer nada, bueno mucho no hacía, solo le observaba, y le hablaba con cariño hasta a veces
imaginaba como si le acariciase, y me quede parada, no me esperaba que se
acercara tanto, habían pasado ya unos cuantos días desde su ingreso en la
residencia, y parecía que iba para larga su estancia. Me quede quieta, y le
sonreí, así que me dio como un toquecito, como una oveja, y entonces sentí que
ya confiaba en mí, que algo se había creado entre él y yo, desde aquel mismo
momento nos unimos, caminaba todo el rato pegado a mí, era como si llevara un
enorme vagón detrás de mí siempre, y a los días paso a mi lado derecho, iba
tocando mi cuerpo con él, así se sentía seguro, cuando yo paraba, él se paraba,
si yo andaba él andaba. Estuvo mucho tiempo allí, de hecho los humanos, que convivían
con él lo dejaron allí sin pagar, ni dar señales de vida, y durante todo ese
tiempo, no se separó de mí en ningún momento, yo lo sacaba hasta cuando iba a
limpiar, porque no se metía con nadie, él solo iba a mi lado, cuando llegaba
por la mañana ya le abría la puerta y me tocaba la cabeza en mi lado y ala, era
como si lo llevase atado, pero sin nada físico. Sólo se ponía nervioso cuando
entraban mis jefes o alguien que él no conocía. Estuve con él unos meses, no
recuerdo cuanto tiempo fue exactamente, pero sé que llego un día, que los
humanos aparecieron y pidieron a “su”
perro.
Supongo que todos os haréis una idea, de cómo me sentía,
rabiosa, cabreada, ¿que ahora aparecen? ¿Ya tienen dinero y se han acordado de
él? ¿Y qué puedo hacer? ¿Lo cojo y saltamos la valla y me lo llevo a casa? Os
puedo asegurar que eso y mil cosas más descabelladas pasaron por mi mente, pero
no lo hice, me negué a sacarlo, así que entro mi jefe, Nut se puso tenso, no
quería, ya sabía de sobras lo que pasaba, así que viendo que sino ponía de su
parte todo sería peor, me adelante y le dije a mi jefe que saliera, lo mire y
lo toque, le di un beso y le abrace, pero él no ponía su cabeza en mi cuerpo,
lo sabía todo, así que se lo intente explicar, apenas podía ordenar mis
pensamientos, y como pude le dije que pasaba, y espere a su reacción, pasados unos instantes supe que era lo que debía
hacer, él se pegó a mí y salimos, allí estaban sus “dueños” , ni les miré,
cuando iba llegando afuera de la finca, él se paró pero yo no me había parado
aun, así que me quede quieta de repente
sentí un frio, como si algo se hubiera desprendido, algo se había desatado. Él lo
hizo por mí, para ponérmelo fácil, estoy
segura, nos separamos, lo cogieron de la correa y yo ya no pude mirar atrás, corrí
y corrí hacia dentro, y lo escuchaba ladrar, aullar y como se revolvía de los
humanos que lo llevaban hasta el coche, entre llorando a la residencia y me senté
dentro de un box, dos gatitos que Vivian libres por allí vinieron corriendo y se sentaron junto a mí,
hubo ladridos y algún aullido de los perros que había en aquellos momentos, después silencio, ya no tenía
que hablar más con mi mente, no hacía falta, ya no sentiría aquel enorme animal
a mi lado derecho como si fuésemos siameses, se me rompió algo por dentro, me sentí
fatal por no haber hecho algo, el qué no lo sé, pero algo, como decirle a sus “dueños”
que eran unos impresentables y que nos les daba el perro, escaparme lejos con
él, seguir teniéndole allí aunque hubiera sido a escondidas, no lo sé, sólo sé
que hice lo que algo me dijo que hiciera, en aquellos momentos en su
habitación, cuando le explique lo que pasaba y de repente supe que debía hacer
y a la misma vez él se puso a mi lado y
salimos.
Hoy sé que todo esto fue comunicación animal, aunque aún no sabía
ni que existiera, hoy sé que lo que se estableció fue un vínculo de puro amor
entre los dos, hoy sé que los dos nos respetábamos nuestros tempos, ritmos, aun
estando horas pegados el uno al otro, hoy sé que cuando él se paró y yo aún
caminaba él soltó ese lazo que nos unía para que la despedida fuera más fácil para mí, hoy sé
que como perro que vive sus emociones no se guardó nada y en el mismo momento
en que me fui, lloro y aulló por mi ausencia, hoy sé que hice lo que debí hacer
y hoy por fin después de tantos y tantos años me he perdonado por ello.
Gracias Nut, por ser esa parte de mí, por ser mis ojos para
todo lo invisible que no veía pero que ahí estaba, y sobre todo gracias por
perdonarme y hacer que hoy me perdone, ese cordón dorado de amor no se rompió del
todo, aún está ahí, porque ahora mismo aun siento tu calor a mi lado. Te quiero.
Asi Hidalgo
Animales Maestros y Sanadores por Asi Hidalgo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional
Una comunicación preciosa, me ha encogido el corazón, pero ellos son más sabios que nosotros ¿Verdad?
ResponderEliminarHola Esther! Pues para mi sí, son más puros, más intensos, más sinceros, se aceptan como son, algo que nos cuesta a nosotros la vida hacer, así que si me parecen mas sabios, solo por eso jejeje, unos maravillosos maestros que tenemos el privilegio de tener cerca!
EliminarGracias! Abrazo! :)